La reciente normativa de la IAAF impide competir a aquellas atletas que superen ciertos niveles de testosterona. La solución pasa por medicarse si quieren participar en eventos deportivos. Esto afecta a deportistas como Caster Semenya, que se ha negado a intervenir su cuerpo con fármacos. El cuestionamiento del sexo y el género en mujeres deportistas viene de lejos. La atleta Caster Semenya corre y no se arrodilla. No es solo un gesto deportivo, sino un acto simbólico con el que ha querido poner en jaque, de nuevo, la normativa que cuestiona los cuerpos de las mujeres en el ámbito del deporte.
La ausencia de Semenya en las eliminatorias de 800 metros femeninos, que se disputaban en el Mundial de Atletismo que se celebra en Doha y que finaliza este domingo, se debe a la negativa de la deportista de medicarse para reducir sus niveles de testosterona, tal y como obliga la nueva norma de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).
El caso de Semenya se remonta una década atrás, cuando ya en 2009 tuvo que someterse a pruebas de “verificación de sexo”, entre las cuales estaba desnudarse ante un tribunal médico. Finalmente, se ha concluido que la mediofondista tiene hiperandrogenismo: sobreproducción de testosterona. Caster Semenya en la portada de Athletics Weekly (2018)
El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) falló el pasado mayo a favor de la IAAF, impidiendo que aquellas atletas cuyos cuerpos produzcan más testosterona de la que la medicina considera habitual puedan competir. A menos que reduzcan el nivel de dicha hormona a través de una intervención farmacológica o, incluso, quirúrgica. Quien quiera competir en categoría femenina debe tener un nivel de testosterona inferior a 5 nanomoles por litro de sangre. El propio TAS reconoce en la sentencia que la normativa de la IAAF es “discriminatoria” pero que es “una discriminación necesaria y razonable” para “preservar la integridad del atletismo femenino”.
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