¿Por qué en ajedrez se dice dama en lugar de reina?
No solo en español ocurre esta peculiaridad, aunque en inglés sí se dice «king» y «queen».
Existe una razón clara por la que en ajedrez se utiliza la palabra dama para referirnos a la pieza más poderosa del tablero. Muchos principiantes dicen reina y a menudo se les corrige, por exceso de celo. No es un error, como cuando los niños llaman castillo a la torre. Se agradece, eso sí, que la serie «Gambito de dama» no se haya titulado «Gambito de reina», porque el primero es el nombre de una apertura que completa el juego de palabras.
El único motivo para decir dama y no reina en español es para simplificar la escritura de las partidas. En la notación de las piezas, se nombra cada una por su inicial, en mayúsculas. Esto ha dado lugar a una reciente polémica ortográfica. Agua pasada.
Lo cierto es que, dado que reina y rey empiezan por R, utilizar estos términos solo traería posibles confusiones. Por eso, en español se emplea la palabra dama. R para el rey y D para la dama. Se podría hacer optado por llamar monarca a alguno de los dos trebejos, con perdón por la doble cursilería.
En inglés, el problema no existe, porque reina y rey se dicen «queen» y «king», pero en otros idiomas la solución es igual a la adoptada en castellano. En alemán utilizan la K para «könig» (rey) y la D para «dame». En francés son «roi» y «dame», en italiano «re» y «donna», y en holandés, «koning» y «dame».
En otros idiomas, como el indi y el ruso, todavía llaman visir a la dama, pese al éxito del cambio de reglas impulsado desde España a finales del siglo XV, en tiempos de Isabel la Católica. Todo esto lo podría explicar mucho mejor el historiador de ajedrez Juan Antonio Garzón.
El ajedrez es un lenguaje es universal y no es difícil reproducir una partida incluso a partir de un libro escrito en una lengua que no dominamos. Anotar las jugadas, por cierto, es obligatorio en las competiciones oficiales, salvo en las partidas más rápidas, en las que no da tiempo material. Así, cada jugador elabora una especie de acta notarial de lo que ocurre en la partida. En caso de disputa, el árbitro puede cotejar ambas planillas y resolver la mayoría de las polémicas posibles.
Otra peculiaridad de la notación algebraica en las partidas, que ha terminado por imponerse, es que todas las piezas se nombran por su inicial, salvo el peón, que no se nombra. Cuando leemos Df4, por ejemplo, significa que la reina o dama se sitúa en la casilla f4. (Las columnas se nombran con una letra y las filas con un número, desde el punto de vista de las blancas). Si vemos escrito Tf4, es una torre la que ha movido a la misma casilla. Pero si pone f4, sin ninguna mayúscula, significa que es un peón el que llega al mismo destino.
Antiguamente, en España, Estados Unidos y otros países era más utilizada la llamada notación descriptiva, que a los lectores más veteranos les resultará familiar. Las jugadas 1 d4 d5 2 c4, con las que empieza el famoso gambito de dama, se escribían así:
1 P4D P4D 2 P4AD
Se puede discutir qué sistema es mejor, pero es obvio que con el sistema algebraico hemos ahorrado en tinta.
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